Como hemos mencionado
esta Globalización está marcada por un sostén ideológico que alumbró el siglo
XXI rotulado como Neoliberalismo o Pensamiento Único, y que tuvo
de algún modo su bautismo de fuego con la llamada Doctrina TINA.
El nombre de Doctrina
TINA proviene de las iniciales de las palabras pronunciadas por Margaret
Thatcher al presentar el nuevo modelo a comienzos de los años 80: “There is notalternative”
(no hay alternativa).
La idea que la
Doctrina TINA intenta transmitir es que el modelo económico-político es uno y solamente
uno y que no existen alternativas a él, aún más una vez desaparecido de la escena
la opción socialista luego de la disolución de la Unión Soviética en 1991, de
allí también la definición del neoliberalismo como Pensamiento Único.
Las acciones para la
restauración del poder de las clases altas, que define en esencia al neoliberalismo,
fueron generadas durante los años 80 y consolidadas en los 90 en relación a cuatro
elementos:
a) Giro a la financiarización de la economía,
cuyo desarrollo en el mundo fue muy desigual pero dieron forma a una formidable
metodología de generación y acumulación de riquezas, siendo el factor económico
central de la restauración del poder de clase.
b) Creciente movilidad geográfica del
capital. Para ello es fundamental la reducción de los costos de transporte y
comunicación y la reducción de las fronteras artificiales al capital y las
mercancías. Al acelerarse este proceso en Estados Unidos, Europa y Japón,
impulsaron en sentido similar al resto de los países del mundo, incluso el FMI y
el Banco Mundial comenzaron a tomar la neoliberalización de un país como signo positivo
para un país formando parte de las presiones realizadas en ese sentido.
c) El complejo integrado por Wall Street, el
FMI y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos que domina la política
económica y ejerce fuertes presiones en los países para adoptar la senda
neoliberal.
d) Difusión de la nueva ortodoxia económica
neoliberal en todo el mundo como lo normal y correcto, afirmado en las
universidades y los centros de estudios, que se encargan de formar a los
economistas del mundo que luego ejercerán de “expertos” en cada país.
Pregona que lo más
importante en la administración del Estado es el dinero, por lo cual el objetivo
de todo plan económico debe ser el equilibrio fiscal, no gastar más de lo que ingresa.
Lo que interesa son los números de la macroeconomía y no la microrealidad cotidiana
de las sociedades.
Como resultado de su
aplicación el modelo neoliberal puede mostrar algunos éxitos en el crecimiento
macroeconómico en las economías de los países, pero al mismo tiempo revela un
sustancial aumento de la desigualdad y la pobreza. La Argentina de la década de
1990 es ejemplo de ello, mientras la economía crecía la exclusión y el
desempleo aumentaba.
Similar efecto se
observa en la economía chilena, que desde 1974, con el dictador Pinochet en el
gobierno, fue el primer país de Latinoamérica en adoptar las políticas
neoliberales. La persistencia en el modelo neoliberal ha hecho de Chile una
economía altamente competitiva con un crecimiento económico sostenido, pero con
un amplio sector de la población enormemente enriquecido y otro muy
empobrecido, convirtiendo a la sociedad chilena en una de las más desiguales
del continente.
En Latinoamérica,
territorio de aplicación masiva de las políticas neoliberales a partir de la década
de 1980, los déficits fiscales producto de bajas recaudaciones impositivas
fueron cubiertos con deuda externa y su consecuente sometimiento a los planes
de ajuste de los organismos multilaterales de crédito, ya que la condición para
financiar a estos gobiernos era que ellos sometieran sus economías a
reducciones de gastos sociales y a una completa privatización de sus economías,
generando una fabulosa transferencia de riqueza de los sectores populares a las
elites económicas.
El neoliberalismo ha
hecho recaer todo el peso de la economía sobre la empresa privada, instando a
los Estados a desprenderse de todas sus empresas para pasarlas a manos privadas.
Este proceso llevo en todo el mundo el nombre de privatización y apuntó sobre todo
a las grandes empresas de servicios públicos y a las de energía, así como a desenganchar
a los bancos centrales de cada país de las decisiones de sus gobiernos y ponerlos
bajo el gerenciamiento del poder financiero global.
En lo que hace a la
búsqueda de equilibrio en el gasto público se promueve a través de ajustes
sobre las prestaciones sociales de los Estados como jubilaciones, educación,
salud y seguridad, y también mediante el achicamiento del plantel de empleados
estatales y la reducción de sus salarios. El objetivo es trasladar riqueza
desde el Estado a los grandes jugadores privados del Mercado.
Una de las claves del
Pensamiento Único neoliberal es que presenta como una doctrina natural, parte
de la evolución final de la Historia, y por ende promueve la despolitización y desmovilización
de la sociedad como un presupuesto necesario, ya que si no hay opción o alternativa,
si el modelo neoliberal es la última parada de la Historia, entonces tampoco
hay necesidad de un debate de ideas para alcanzar el poder político, ya que
cualquiera sea el partido que gane una elección su única tarea consistiría en
gestionar o administrar las decisiones de un poder superior, sin ninguna
pretensión de transformación.
La política
neoliberal comienza a ejecutar las políticas económicas de todos los países, apoyada
en la difusión mediática de lo que se considera la normalidad de la economía,
la única alternativa, pese a que lo que realmente hace es enriquecer a los
poderosos dejando en la pobreza a las mayorías, aunque estas mayorías
terminarán aceptando que efectivamente la única alternativa posible es la
realidad neoliberal.
Los hechos reafirman
el éxito de esta construcción de consentimiento que vuelve
indiferentes a los partidos
de sus viejas ideologías, ya que en Estados Unidos e Inglaterra los creadores
del sistema neoliberal fueron los partidos conservadores en la década de 1980 pero
la consolidación del neoliberalismo se produjo en la década de 1990 bajo el
gobierno de las “oposiciones” demócratas y laboristas. Unos y otros ejecutando
la misma política.
Similares
circunstancias se vivieron en España, Francia, Italia y Alemania donde los
partidos socialistas también llevaron a cabo políticas de clara tendencia
neoliberal, lo mismo hizo el peronismo en Argentina de la mano de Carlos Menem
o el PRI mexicano, todas formaciones del campo popular que de todos modos se
alinearon con el neoliberalismo más ortodoxo.
Por ello el
Pensamiento Único neoliberal no entiende a la democracia como el lugar de los
conflictos y las
confrontaciones de ideas para establecer las metas de las políticas, puesto que
estas metas ya están determinadas de antemano por el mercado y por lo tanto en
las democracias solo hay lugar para el consenso, el consenso neoliberal que no
acepta disensos.
Si la sociedad
entonces no debe discutir sobre fines solo queda discutir sobre metodologías, es
decir las formas, promoviendo que los procedimientos para alcanzar los
consensuados objetivos son cosa de entendidos y técnicos. Surgirá la
tecnocracia, el conjunto de expertos apolíticos como método de hacer política,
y la economía quedará a cargo de técnicos, casi siempre doctorados en
prestigiosas universidades de los Estados Unidos fuente de formación en las
ideas neoliberales, como Chicago o Harvard; “especialistas” devenidos en ministros,
con tanto o más poder que el propio Presidente.
Cuando lleguen los
tiempos de crisis el mercado terminará incluso despojándose de los “gerentes”
políticos para poner a decidir a sus economistas de modo directo. Así en la
crisis de la década del 90 en Argentina el hombre fuerte de dos gobiernos fue
el economista Domingo Cavallo fiel cumplidor de la agenda del Consenso de
Washington, y en la crisis europea de 2011 el Primer Ministro de Grecia fue
sustituido por un ex presidente del Banco Central Europeo, Lucas Papademos, y
el Primer Ministro de Italia fue reemplazado por un reputado hombre de las finanzas
globales, Mario Monti.
El resultado de poner
al ciudadano lejos de las decisiones, de desalentar su participación en las
decisiones genera una democracia devaluada, una democracia “despolitizada”, una
democracia de “baja intensidad”, una democracia “gestionada” por técnicos “neutrales”
supuestamente ajenos a toda ideología, que pretenden encubrir como natural la
política cuyas decisiones son tomadas por el Mercado.
De todas maneras hay
una cuestión que los teóricos neoliberales no resuelven, y es la dificultosa
convivencia con el sistema democrático, ya que tienden a favorecer los
gobiernos conducidos por la elite y los expertos técnicos. Existe una fuerte
tendencia de los gobiernos neoliberales a manejarse en base a decretos del
Poder Ejecutivo y mediante decisiones judiciales en lugar de recurrir al origen
parlamentario de las decisiones.
El
concepto de gestión, tan común en nuestros días, está relacionado con la
administración económica del presente, y cuando se reemplaza la palabra
política por el término gestión no estamos frente a un sinónimo como se quiere
hacer suponer, sino frente a dos conceptos distintos porque la política supone
proyecto, transformación, futuro, mientras que la gestión solo remite a
administrar el presente, esencialmente mantener el orden. Gestionar y no gobernar
es la tarea que el Pensamiento Único Neoliberal tiene reservado para el poder
político en el siglo
XXI.
Prof. Claudio Alvarez Terán
En Comunicación y transformaciones socioculturales del
siglo XXI
Ed 2017